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Había llegado el día ansiado.
Llevaba meses de charlas, llamadas, videoconferencias, mensajes, sms, ...
Durante ese tiempo él se había ganado su respeto, su admiración, su devoción. En su cabeza ella sabía que era él. Él le habia explicado por activa y por pasiva cada detalle del bdsm, de él, de su relación. Ella conocía su dirección (había ido a escondidas a verificar que él vivía donde le habia dicho y pese a estar a la intemperie durante horas al fin lo habia visto salir del portal), si identificación, su trabajo, la marca, modelo y la matrícula de su auto. Ella lo conocía bien.
En su mente él ya era su amo. La sensación de pertenecerle le recorría el cuerpo electrizándolo. Se sentía feliz. Él la trataba bien, con respeto y había aceptado sus limites y limitaciones.
Y por fin había llegado el día. El día en que por fin iba a reunirse con él en persona. Él le habia dado instrucciones detalladas acerca del vestuario, maquillaje, perfume y peinado.
Ahí en su habitación, recien duchada, habiendo afeitado su sexo por enésima vez en los últimos días, depie delante de la cama donde se hallaba la ropa que, siguiendo las instrucciones de él, había preparado.
Cogió el tanga de hilo blanco semi transparente y lo miro. Sonrió satisfecha. Primero un pie y luego el otro y fue deslizando el tanga hacia arriba por sus piernas notando su roce mientras su piel se erizaba. Se lo colocó en su sitio. El hilo de atrás entró entre sus nalgas. Era un poco incómodo. Camino un par de pasos. Dió un vuelta sobre si misma. Fue a mirarse al espejo. Estaba radiante. En su rostro vió satisfacción.
Volvió a la cama. Miró el sujetador blanco semi transparente. Ella sabía que le favorecia al juntar y elevar sus senos. Un brazo entró. El otro después. Dejó que el sostén bajase por sus brazos haciendo que su piel se erizase aún más. Lo colocó sobre su pecho ungido e hinchado. Sus pezones estaban inhiestos. Ajustó los senos y empezó a luchar con los malditos corchetes. Maldijo porque no los encontraba en su espalda. Por fín se cerraron. Ajustó los tirantes y corrió a verse al espejo. Su satisfacción aumentó. Se veía bella y sexy.
Tocó su vientre. Se feía firme y terso pese a haber sido madre dos veces. Las cicatrices de las cesáreas no se notaban. Había tenido un buen cirujano.
Volvió a la cama. Observó la faldita plisada que él queria que llevase. La miró con disgusto. No le gustaba. Para ella era demasiado corta y creía que iba a enseñarlo todo. Por un momento pensó en cambiarla por otra pero un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en las consecuencias. La tomó. La obserbó, le dió la vuelta mientras seguía pensando que era demasiado corta. Se la puso. La ajustó a su cintura. Volvió al espejo. No le gustaba la faldilla pero era una orden de él. Se arrodillo varias veces como probando sus pensamientos. Después de unos miniñutos admitió que se veía sexÿ con esa faldilla.
Volvió a la cama. Tomó la blusa blanca. Otra exigencia de él. Grrrrr pensó. Se la puso mientras sentia su frescor y suavidad. Tal y como el le había dicho debía llevarla desabrochada y solamente atada en su cintura con un nudo simple. Apretó el nudo pues no quería que abriese en el camino hasta reunirse con él. Volvió al espejo y vió la escolar que en sus días de juventud le habría gustado ser y que él había conseguido sacar a la luz. Hacía decadas que había dejado le escuel. Se había casado. Había tenido dos hijos con él. Se divorció. Y ahora volvía a sentirse esa colegiala juvenil y ese olor a tiza volvió a sus recuerdos.
Cogió los calcetines blancos. Los había escogido de algodón, nuevos, sin usar. Se los colocó en sus pies y noto el calor que le daban.
A continuación se puso esos zapatos escolares de charol negro que en su juventud odiaba y seguía odiando. Se los puso ajustando la cinta de cada uno de ellos. Volvió al espejo y se miró. Vió aquella niña de 14 años que tantos años hacia que habia dejado atrás. Sonrió. Sabía que había cumplido todo lo que él le había pedido.
Tomó su bolsó. Dió un último vistazo a la habitación y salió cerrando la puerta.
En el comedor estaban sus hijos con la canguro que había contratado para no dejarlos solos. Sus hijos la abrazaron y besaron. Ellos le pidieron que diese una vuelta y lo hizo mientras sus hijos le decían lo guapa que estaba. Se despidió de ellos. Fué hacia la puerta. Se persigno mientras se decía llegó el momento y la abrió y salió.
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